Lentamente me acerco a ti, en este salón oscuro no se encuentra más que la música, tú y yo; música que nos invita a saborear ese oscuro rincón, nos hipnotiza y nos encadena al movimiento y a sus deseos, nos obliga a bailar, dando vueltas rápido para después detenernos a respirar, compartir nuestro aliento, tocar nuestra piel, desprendernos de la ropa y ser simplemente esencia que lentamente se evapora y se mantiene suspendida en el ambiente.
Y todo al ritmo de la música, siendo nosotros música, siendo un danzón que nos hace entrelazar nuestros cuerpos, ser oscuridad y luego luz que desborda pasión, que desata colores nuevos para después matarlos y, de la manera más egoísta, nunca más volver a ser mostrados.
Aterrizamos en el suelo como lluvia de fuego, para convertirnos en lava, lenta y brillante... peligrosa, deslizándose como una serpiente, enfriándonos poco a poco, separando nuestros cuerpos para volver a ser materia viva, regresar a nuestros sitios lentamente, recuperar el color, forma, textura, ropa y ser de nuevo parte de la decoración del salón.
Fuimos esclavos, música, color, lluvia, fuego, calor...
...fuimos solo decoración en un viejo salón